domingo, 3 de agosto de 2008

El exilio de Ovidio

Ovidio, fotografiado en una pensión del centro de Bogotá por http://www.benguez.com/




Este fin de semana circula por fin "El eterno extranjero", un artículo que tardó un año en escribirse. La primera vez que supe acerca de los deportados-desarraigados, fue a comienzos de 2007. Me refiero a ese tipo de ex presidiarios que Estados Unidos devuelve a Colombia por no tener su nacionalidad al día, independiente de sus vínculos familiares, afectivos, laborales y culturales. Los hay de todo tipo, y los descubrió mi novia trabajando en el consulado de Colombia en Nueva York.

Gracias a ella, me embarqué en la búsqueda de personajes maravillosos, que revolotean alrededor de un mundo al que pocas veces volteamos a mirar. Hubo ciertos descubrimientos:

1. En Colombia, sólo una organización acompaña a los deportados-desarraigados. Se llama Pastoral Penitenciaria, donde el Padre Andrés Fernández y su colaborador, Fredy Cardona, viven en función de los presos, los deportados, los expresidiarios y sus familiares, y los acompañan a rehacer sus vidas.

2. En nuestra primera entrevista, el padre Andrés me dijo una frase que nunca olvidaré: "A NADIE SE LE NIEGA SU CARCELAZO".

3. Gracias a pastoral, conocí a Billy, un holandés capturado en El Dorado con una maleta llena de cocaína. Billy, sin hablar ni una gota de español, pasó un par de años en varias cárceles colombianas. En la actualidad, son decenas de extranjeros los que llegan a Colombia en busca del "Colombian dream": coronarse un par de kilitos de cocaína en sus propios países.

4. Especial interés me causa las historias que escuché de boca de funcionarios de Connacionales, la oficina consular que se encarga de acompañar a los presos en el extranjero. Como los protocolos son tan difusos, muchos presos terminan estableciendo relaciones de solidaridad muy fuertes con los cónsules. En Bogotá, una altísima fuente de Servicios Consulares, me comentó que en la oficina de Conacionales en el Palacio de san Carlos, en Bogotá, los encargados de los presos compiten entre sí, para ver quién logra ayudar mejor a los presos en el extranjero. "Se lo ponen como metas", me decía el funcionario. Si me lo dijera Juan Manuel Santos, no lo creería. Pero viniendo de este funcionario, que también fue cónsul, y tras conocer el trabajo de Maria José Hurtado en Houston, estiy convencido que lo que no lo soluciona el Estado, lo ponen estos funcionarios de su tiempo y bolsillo.

5. Ovidio no es el primero ni el último colombiano que debió quedarse en Estados Unidos y está de vuelta. Tengo horas de grabación con Gustavo, un gamín paisa que salió de Colombia en los setentas, adoptado por otra familia de norteamericanos. Tres décadas después, se puso a falsificar registros de devolución de impuestos, lo metieron preso y corrió la misma suerte de Ovidio. Durante nuestras entrevistas, Gustavo habló siempre con miedo y desconfianza, y un día, cuando le íbamos a tomar la foto para el periódico, desparació. Se fugó de Pastoral, y hasta hoy nadie conoce su paradero.

6. "Es posible que se haya devuelto", me dijo un día Fredy en Pastoral. Es una gran paradoja: muchos deportados llegan a Colombia, sólo para recoger alientos y volver, como Sísifo, a intentar cruzar de nuevo la frontera.







La paradoja indisoluble



La semana pasada tuve la fortuna de entrevistar a Marta Lagos, la mujer que se ha echado a cuestas desde 1995, la responsabilidad de medirle el clima a la opinión pública de la región a través del Latinobarómetro.

Me da la sensación que la clave detrás de las refelexiones desapasionados de Lagos radica en que su análisis se arraiga en el conocimiento, año tras año, de aquellos indicadores de opinión que emergen de la gente -ella se refiere a "el pueblo"-. Indicadores que exponen masivamente las ilusiones y desilusiones de 400 millones de personas, según las aseveraciones estadísticas de Latinobarómetro, y que van un paso más allá de los discursos vacíos a los que nos tienen acostumbrados los políticos de primera línea.

Quisiera añadir acá una frase de Lagos que no incluyo en la versión de El Espectador. Le pregunté por los nuevos populismos en América Latina, y esto fue lo que me respondió:

"Uno de los problemas que tenemos es que no nos hemos inventado nuevos términos para esta realidad. Yo lo llamaría “presidencialismo exacerbado”. Un presidencialismo que sustituye todos los organismos porque éstos pierden su legitimidad a la luz de las personas. Y, entonces, queda como el único sustento del Estado y del gobierno la Presidencia de la República. Pesan sobre el presidente, lo quiera o no lo quiera, las demandas incalculables de la población. Así que yo creo que también hay una demanda populista hacia ese presidencialismo exacerbado. Y esas dos cosas juntas pueden parecer populistas, sin necesariamente serlo".